La alegría del ministerio de visitar hogares

Por Padre Antonio Kroll y Margarita Cervantes
El Visitante

Yahweh visito a Moisés en una zarza ardiente. Esta visita todavía está marcada en nosotros. Los ángeles visitaron a María y a José. JESUS NOS VISITO. Los Magos visitaban a Jesús después de su nacimiento. Los Pastores visitaron a la familia santa. Los discípulos de Jesús le preguntaron “Dónde vives Tú” Jn.1:38.

Ellos quisieron visitarlo y conocerlo. Una visita significa “Usted es importante, entonces yo dejo lo que estoy haciendo para pasar tiempo con usted.”

Padre Tony Kroll

Hace 21 años, Stephanie de 4 años, vino de visita a mi casa con su madre. Su madre me explicó que Stephanie quería invitarme a un picnic, me sorprendí pues fue una visita inesperada, esto sucedía mientras ellas entraban rápidamente en mi casa, pensé cuándo será el picnic?, de pronto Stephanie se sentó en el piso y me invitó a que yo también me sentara y entonces, ante mi sorpresa Stephanie me dijo que ¡íbamos a tener un picnic; ahora mismo!, yo acepté su invitación a compartir y tener un picnic en mi casa! Stephanie cargaba una cesta cubierta con una tela, en ella traía 2 galletas y un plátano, primero comimos las galletas, después ella tomó el plátano y lo peló con sus dientes, entonces lo mordió y me lo dió para que yo lo mordiera también, y luego ella lo mordió otra vez, y así nos lo acabamos. Luego ella me dijo que habíamos terminado con el picnic y se levantó y salió de la mano de su madre. Fue una visita maravillosa, me hizo

sentir muy bien, pues me sacó de mi rutina, Stephanie me trató como una persona importante. Todavía recuerdo esa visita. Aún hoy quiero imitar lo que ella hizo, visitar a otros, pasar tiempo con otros, sólo por querer compartir mi tiempo con otros. Yo trato de visitar a las personas que conozco y a las que no conozco, porque encuentro lo valiosas que son estas visitas para construir amistades, vecindarios y comunidades sanos.

Todos somos familia. Nuestro Dios amoroso es nuestro pariente. Dios quiere que nos conozcamos y nos amemos. Tenemos que visitarnos unos a otros, hemos perdido esa costumbre, ¿por qué no lo hacemos más a menudo? ¿Por qué no visitar a los que no nos conocen? ¿Podría ser un riesgo? “¿Posiblemente mi vecino no quiera conocerme?”, ¿quizá me tenga miedo?, ¿tal vez no confía en mí? La respuesta de nuestro vecino puede ser inesperada. Pensemos por un momento, “¿qué quiere mi vecino, amigo, familiar? Me recibirá con un “¡Lo siento, estoy muy ocupado!”, o me dirá, “Ven otro día, por favor.”. Escuchemos sus necesidades y regresemos otro día, especialmente si sabemos que aquella persona se siente sola, o pasa por alguna necesidad, todos nos sentimos solos en algún momento y todos queremos sentirnos mejor.

Los dos, el visitador y el visitado enfrentan miedo mutuo. “¿Mi vecino me abrirá la puerta, aceptará mi visita, me aceptará a mí?”, pero con experiencia podemos superarlo y madurar a ser una persona sin miedos y alegres. Cuando visitamos a una persona le estamos diciendo, “No lo quiero ignorar, usted es importante, para mí y para los otros.”

Todos queremos un vecindario amistoso. Hay mucho prejuicio y miedo en nuestra sociedad. Entonces es difícil llegar a conocernos. A veces por no tener deseo de conocernos, solamente trabajamos y miramos la televisión y nos olvidamos del mundo que está a nuestro alrededor.

Nunca debemos olvidar que somos seres sociales. Nos necesitamos unos a otros. Yo te necesito. Y tú me necesitas. Mientras más lo pongamos en la práctica, tendremos más sentido de comunidad. En el fondo de nuestro corazón hay un anhelo de formar una relación con otros, sea lo que sea, una familia, una vecindad, una ciudad, una nación.

No debemos excluir a nadie en nuestras comunidades. Es un pecado en nuestra cultura el prejuicio que existe contra otros seres humanos. Necesitamos de todo el amor posible para borrar prejuicios. Este prejuicio no está en el plan de Dios. El plan de Dios es que su Hijo nos visitaría para unirnos. Eso es una buena noticia, esto es el evangelio. Hay que aprovecharlo y compartirlo con otros, pero no debemos martillarlos con el evangelio, sino a través de visitar y conocer a la gente debemos ser conocidos como gente alegre y que vivimos en Dios. ¿Quién sabe? Puede ser que algún día el visitado quiere aprender algo del evangelio y de la verdad de Jesús.

Vamos a visitar, sentir y vivir la alegría del evangelio. Extiendo una invitación especial a los participantes del Programa de Formación para Ministros Eclesiales a ser visitadores en nuestra Diócesis porque hay muchos que nos están esperando y hoy que se sienten solos.

  Share:

Leave a Reply

*