Para ser libres nos libertó Cristo, Gálatas 5:1

Por Luz Eugenia Alvarez, M.Div.
El Visitante

Después de disfrutar de una comida juntos, los estudiantes se preparan para su primera tarde de clase el 8 de septiembre. (Fotografías de Dianne Towalski / El Visitante)

La libertad es la consecuencia del gozo de saberme amada, creada a imagen y semejanza de Dios, y de saber que puedo ser feliz y brindar felicidad a los demás. La libertad no es solo dejarme llevar por lo que siento, solo lo que pienso, o solo lo que digan los demás. La libertad es el fruto de saber qué está bien, de poder hacer el bien y evitar el mal. Dios nos ha dado la libertad para que libremente le busquemos y vivamos unidas a Él, y en paz con las personas que nos rodean. Solo puedo buscar una vida plena cuando tengo una relación cercana con Dios en quien confió con la certeza de que está ahí está conmigo siempre para guiarme y ayudarme a levantarme cuando caigo porque Jesús se hizo humano como nosotros y comprende nuestras debilidades para ayudarnos (Ver Hb. 2:14-18). Quien busca el bien y evita el mal solo por temor al castigo y no por amor, se hace esclavo de la ley y del qué dirán los demás.

Porque Dios nos quiere felices, necesitamos usar todas las facultades que nos dió para reflexionar sobre las posibles consecuencias de algo que quiero hacer, pues por sus frutos se conoce el árbol (ver Mateo 7:16-20). La iglesia enseña en la Tercera Parte del Catecismo de la Iglesia Católica la guía para tener una vida plena en la libertad de los hijos de Dios. Nos dice en el No. 1587 que para tener esa libertad siempre necesitamos analizar tres cosas: que haya algo que quiera hacer (materia), conozca si es bueno o malo (conocimiento) y lo haga o no (consentimiento). Ejemplo: Si veo un carro que es atractivo para robarlo (materia), saber las consecuencias que tiene el robarle algo a alguien (conocimiento) y decidir libremente hacerlo o no (consentimiento). Si hay algo que falte, entonces no es falta grave sino solo pecado venial.

El Obispo Donald Kettler bendijo a los estudiantes en el Programa de Formación del Ministerio Eclesial Laico mientras se juntaban para su primera tarde de clases en el Ayuntamiento de la ciudad de Melrose el 8 de Septiembre. (Fotografías de Dianne Towalski / El Visitante)

Vivir en la libertad y el gozo requiere que pensemos qué vamos a hacer y por qué lo vamos a hacer, así como las circunstancias en las que me encuentro. La libertad se logra cada día en la práctica, equivocándose y aprendiendo con la ayuda del Espíritu Santo. Es un camino a recorrer durante toda la vida, como dijo el poeta A. Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar, golpe a golpe, verso a verso”

Por Luz Eugenia Alvarez, M.Div., Directora Asociada del Instituto de Liderazgo Pastoral

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