En El Salvador, cuatro nuevos beatos según el espíritu del Vaticano II

Por Rhina Guidos | Catholic News Service

SAN SALVADOR, El Salvador (CNS) — A diferencia de la imagen pulcra de muchos hombres y mujeres santos, la apariencia de uno de los nuevos mártires de la Iglesia Católica no es muy pulida.

Es tan solo niño, su vestimenta le identifica como pobre. Sus pantalones un poco grandes para su pequeño cuerpo. Su camisa mal abotonada, de un extremo le cuelga más que del otro. Su mirada delata a un adolescente campesino en donde se asoma la timidez. Unos casquillos de balas genocidas rodean los pies descalzos del pequeño mártir desarreglado.

Es la imagen que su parroquia en El Paisnal, El Salvador, quiere dar a conocer al mundo sobre el nuevo beato, dando el mensaje de que los sencillos y pobres, como Nelson Rutilio Lemus, son los preferidos del Reino. Lemus fue asesinado en su pueblo donde muchas veces caminaba a pie descalzo. El amor que le tenía a su pastor, el ahora beato padre jesuita Rutilio Grande, hizo que también compartiera el martirio con él, y junto a ellos el sacristán Manuel Solórzano, el 12 de marzo de 1977.

Los tres, junto con el padre franciscano Cosme Spessotto, fueron beatificados el 22 de enero en una ceremonia al aire libre en la emblemática plaza de las Américas conocida popularmente como El Salvador del Mundo.

Los fieles sostienen imágenes del padre jesuita Rutilio Grande y el padre franciscano Cosme Spessotto, durante la beatificación en San Salvador, El Salvador, el 22 de enero de 2022. (Foto CNS/José Cabezas, Reuters)

Los familiares de los ahora beatos asistieron de diferentes partes, de EE. UU., de la Italia natal del beato Spessotto, así como de diferentes partes del país salvadoreño.

El cardenal salvadoreño Gregorio Rosa Chávez fue designado por el papa Francisco para presidir la ceremonia, en su homilía supo contextualizar el papel de los mártires y de la Iglesia católica salvadoreña en el conflicto social que vivía el país en las décadas de 1970 y 1980. Lucha encarnizada y fratricida que llego a su fin con los acuerdos de paz firmados en enero de 1992 entre el gobierno y la guerrilla. Los mártires beatificados formaban parte de las más de 75,000 víctimas asesinadas.

“Llenamos esta plaza y sus alrededores quienes hemos vivido esta experiencia intensamente, los que han experimentado en carne propia el drama de la violencia institucionalizada, de la violencia del conflicto armado y la violencia de todos los días”, dijo el cardenal durante la homilía.

Además, agregó: “de los cuatro mártires de El Salvador que acaban de ser beatificados, se puede decir lo que afirma Juan (en apocalipsis) que ‘vienen de la gran tribulación’ y ‘que han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero’. En efecto, la guerra fratricida en que con su martirio ‘lavaron sus vestiduras y las blanquearon con la sangre del Cordero, puede ser descrita como una ‘gran tribulación’ para nuestra querida patria”.

La guerra y el período anterior, la “gran tribulación” de El Salvador, trajo consigo el odio, la venganza, el dolor, la destrucción, el terror, la muerte, la calumnia y la estigmatización contra los pueblos indefensos, dijo, y a los bienaventurados, les tocó la peor parte de las calamidades.

El beato Spessotto recibió un disparo mientras rezaba dentro de su iglesia el 14 de junio de 1980. El agujero de unas de balas todavía está incrustada dentro de la pared de la iglesia.

El automóvil del beato Grande fue emboscado cuando se dirigía a una novena en honor a san José, en el vecino municipio de Aguilares que formaba también parte de su parroquia. Sus sicarios, tenían identificado el Jeep Safari del ahora beato Rutilio. El plan no podía fallar. Rutilio era acompañado por su sacristán Manuel, Nelson Rutilio y otros que lograron escapar. El automóvil quedó volcado y como se dice popularmente en El Salvador, los cuerpos quedaron “embrocados” en el pequeño auto. Los disparos infringidos a los ahora beatos fueron abundantes, debido a ello los feligreses tuvieron que llevar los cuerpos envueltos en mantas para evitar que sus cadáveres se desintegraran.

El cardenal abundó en su explicaciones, sostuvo que: “En América Latina el martirio está relacionado con la vivencia del Evangelio y de la doctrina de la Iglesia sobre todo después del Concilio Vaticano II”, y su adaptación a las realidades que enfrentaba la iglesia en la región.

La pobreza y las injusticias sufridas por los beatos Lemus y Solórzano -pero también su devoción por quedarse con un pastor cuya vida corría peligro- “son como una ventana para asomarse a esa realidad” de lo que Apocalipsis llama “una multitud inmensa que nadie podía contar”, una representación de todos los católicos laicos salvadoreños que murieron y desaparecieron en la guerra, dijo el cardenal Rosa Chávez.

A los que les quitaron la vida a los mártires, el cardenal les citó parte de la homilía que san Oscar Romero pronuncio ante el cuerpo del padre Rutilio, Manuel y Nelson Rutilio: “queremos decirles, hermanos criminales, que los amamos y que le pedimos a Dios el arrepentimiento para sus corazones, porque la Iglesia no es capaz de odiar, no tiene enemigos. Solamente son enemigos, los que se le quieren declarar”.

En su natal El Paisnal, el beato Grande defendió y denunció los crímenes e injusticias contra su rebaño rural y pobre en el campo, quienes no tenían para comer aún después de su arduo trabajo en los campos de algodón, caña de azúcar y café.

El “padre Cosme” hizo algo igual en San Juan Nonualco, donde enfrentó a soldados que habían tomado una iglesia y tomado como rehenes a sacerdotes. Al ver la pobreza y los bajos sueldos de sus feligreses, trató de enseñarles a cosechar uvas como una forma de cambiar su fortuna económica.

Más allá de sus denuncias, los sacerdotes eran conocidos por su bondad hacia los pobres, pero sus familiares recordaron los momentos personales con ellos.

“Mis familiares, mi padre y mis tíos, siempre han considerado al padre Cosme un santo por su forma de ser: su sencillez, su… estar completamente disponible para todos y siempre con una sonrisa en la cara, nunca enojado”, Giovanni Tellan, sobrino del beato Spessotto, le dijo a Catholic News Service el 21 de enero mientras visitaba el convento en San Juan Nonualco donde vivió su tío durante casi 30 años.

Cuando el beato Spessotto visitó Italia por última vez en 1978, preguntó si podía llevar a Tellan, entonces un niño, con él a El Salvador.
“Mi mamá no quería porque me habían operado del corazón y decía que no había hospitales adecuados (en El Salvador)… ‘y luego lo llevas en medio de la guerra’ y ella no me dejo ir”, dijo Tellan a CNS. “El padre Cosme, con una sonrisa, le dijo: ‘Mírame, a mí no me ha pasado nada”.

Tellan dijo que poder asistir a la beatificación de su tío en el país que tanto amaba cumplió el deseo del beato Spessotto.

En el convento donde vivió, Tellan se arrodilló frente a una caja de vidrio que protege el hábito franciscano manchado de sangre que vestía su tío cuando fue asesinado. Tiene un agujero en la espalda de una de las balas que le quitó la vida. Tellan besó su mano, y la apretó contra la caja, luego se secó las lágrimas.

El beato Grande, así como sus compañeros, también tenía familiares entre la multitud de varios miles.

“Hay una sensación de gran alegría y gratitud de que mi tío (tío) Tilo se una a la comunión de los santos”, dijo su sobrina, Ana Grande, a CNS. “Como familia, rezamos para que su vida traiga paz y un sentido de justicia a todos”.

La Hermana de la Misericordia Ana María Pineda, una teóloga de EE. UU. también relacionada con nexos familiares con el jesuita mártir dijo a CNS en la beatificación que la celebración fue una afirmación de que la vida del beato Grande, a quien algunos miembros de la iglesia decían que era comunista, importaba. En otras palabras, Rutilio tenia motivaciones evangélicas y no ideológicas: “Lo que hizo estuvo de acuerdo con el Evangelio, por lo que no debe haber dudas sobre cómo vivió en su vida, cómo murió y por qué murió. Murió por el amor de la gente”.

Pineda llamó a otros a continuar la paz y la justicia por la que él luchó y dijo que su beatificación debe ser el comienzo de lo que debe ser una sociedad justa en El Salvador, donde la iglesia debe asumir su rol, y “asegurarse de que el Evangelio sea vivido”.

“No significa que el trabajo (del padre Rutilio) esté terminado o que su mensaje sea antiguo y que no tenga ninguna relevancia para hoy. La tiene y tal vez, de alguna manera, tenga más relevancia por lo que está pasando… la falta de igualdad, equidad y gobierno justo. La iglesia tiene que seguir del lado de los pobres y los vulnerables y ser una voz que protesta por lo que es injusto”.

El papa Francisco, el domingo 23 de enero, un día posterior a la beatificación, en la oración del Ángelus en la Plaza san Pedro, tuvo una cálida alusión a los nuevos beatos:

“Ellos estuvieron al lado de los pobres testimoniando el Evangelio, la verdad y la justicia hasta la efusión de la sangre”. Y, continuo su mensaje exhortando al pueblo de Dios: “Su heroico ejemplo suscite en todos el deseo de ser valientes trabajadores de fraternidad y de paz. ¡Un aplauso por los nuevos beatos!”

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Author: Catholic News Service

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