Por Jeannette de Beauvoir, OSV News
(OSV News) – Había un tiempo en que ayunar generaba una gran expectativa.
La oración, la limosna (caridad), y el ayuno eran vistos por la iglesia primitiva como prácticas que se apoyaban y completaban mutuamente. De hecho, se les ha llamado los tres pilares de la disciplina cristiana. Jesús enseñó a sus discípulos sobre el ayuno y claramente esperaba que ellos lo practicaran: “‘Cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará'” (Mt 6, 17-18).
Él dijo “cuando ayunes”, no “si ayunas”.
Además, la Biblia hebrea está llena de ejemplos del pueblo de Dios ayunando, y lo primero que hizo San Pablo después de su conversión fue — adivinaste — ayunar.
Entonces, ¿cómo es que el ayuno se ha escurrido, por así decirlo, entre las grietas de nuestras tradiciones espirituales católicas actuales? Especialmente en los momentos en que la Iglesia nos llama a enfocarnos más intencionalmente en nuestra vida espiritual — como el Adviento y la Cuaresma — a veces parece que el ayuno es simplemente una opción entre muchas. Y no es una opción particularmente popular.
Es cierto que la Iglesia ha relajado sus reglas en torno al ayuno, en lo que se refiere a cuándo y cómo se realiza. En la actualidad, solo se requiere ayunar en dos días: el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, y hasta se permite una comida completa en esos días, lo cual, a muchas personas, no les parece en realidad una gran carga.
Debido a estos requerimientos, la mayoría de los católicos asocian el ayuno con la Cuaresma, pero no es la única temporada penitencial en el calendario de la Iglesia. El Adviento nos conduce a la Solemnidad de la Natividad del Señor (Navidad), que es segunda, solo después de la Pascua, en importancia. Por lo tanto, debe celebrarse, por así decirlo, con penitencia y preparación.
Sin embargo, especialmente en el Adviento, la penitencia y la preparación pueden ser difíciles de lograr. Cada año, la celebración comercial de la Navidad parece comenzar cada vez más temprano, con villancicos ineludibles en todas partes y la planificación de las compras navideñas como una parte importante de la vida. Y, honestamente, hay que admitirlo: la temporada navideña parece todo menos penitencial, con la mayoría de las personas involucradas en comer mucho y beber en exceso al ir de fiesta en fiesta.
Pero estamos llamados a hacer algo diferente. Los cristianos no son “la mayoría de las personas”. Estamos llamados a estar apartados del mundo, apartados de lo que hace el mundo. Cristo viene, y usamos la penitencia — oración, ayuno, y actos de caridad — para prepararnos mientras esperamos su nacimiento. “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” (Lc 18, 8).
Tal vez es precisamente la forma en que el mundo secular “celebra” el Adviento lo que hace que esta temporada sea tan adecuada para el ayuno. Si nunca has pensado mucho en el ayuno, o si no lo has practicado en mucho tiempo, el Adviento es un excelente momento y lugar para comenzar.
El ayuno, más que cualquier otra disciplina, no te permite olvidar ni por un momento lo que estás haciendo. Tienes hambre. Te sientes privado. Tu cuerpo te recuerda que algo es diferente, incómodo. Esa incomodidad te ayuda a enfocarte. ¿Qué mejor manera de equilibrar el consumismo excesivo con el que el mundo a tu alrededor celebra esta temporada que con un recordatorio constante de lo que nosotros, como católicos, estamos esperando ahora: la anticipación de la venida del Señor?
En cierto sentido, el ayuno no se trata tanto de la comida en sí, sino más bien de la abstinencia. En teoría, podrías ayunar de algo diferente a la comida. Y, de hecho, la disciplina del ayuno no enseña que consumir la comida que elegimos sea malo; al contrario. La abstinencia es el acto de renunciar voluntariamente a algo bueno. Es hacer algo que se siente mal — renunciar a algo que nos gusta e incluso que necesitamos — por un propósito superior.
Es permitir que el espíritu se enfoque.
Entonces, ¿por qué elegir la comida? Bueno, ¿has notado cómo te sientes después de una comida abundante? Somnoliento, posiblemente incómodo, letárgico, distraído. Observa que estos son sentimientos que van en contra del espíritu del Adviento. El Adviento es un tiempo de anticipación y vigilancia, de prepararse espiritualmente, de contener la respiración con el anhelo de siglos, esperando la llegada del Mesías. No puedes esperar ni vigilar si estás saciado después de una gran comida.
Ayunar no significa necesariamente abstenerse de toda comida. Aunque Jesús ayunó en el desierto durante 40 días y 40 noches, la mayoría de nosotros moriríamos sin nada. ¡Dios quiere que sobrevivamos!
El ayuno significa, sin embargo, abstenerse de lo suficiente como para permitir que vuelvas a esa incomodidad y, a través de ella, a la razón de la incomodidad. Te mantiene volviendo a Dios.
¿Has escuchado la expresión “dar hasta que duela”? El ayuno es muy parecido: renunciar hasta que duela. Literalmente. Sentir el hambre. Sentir incomodidad. Y sentir el anhelo espiritual por el Hijo de Dios cantando en tu cuerpo, en tu corazón, y en tu alma.
Hay muchas maneras diferentes de ayunar, y una buena forma de comenzar es pidiendo a Dios discernimiento: ¿A qué tipo de ayuno estás siendo llamado este Adviento?
La Biblia da ejemplos de ayunos de uno, tres, siete, y cuarenta días. Pero no estás obligado a seguir ninguno de ellos. Puedes ayunar los viernes, los miércoles y viernes, o (de una forma modificada) todos los días.
Algunas personas se abstienen de comer por completo durante períodos cortos de tiempo. Otras renuncian a una o dos comidas al día. Incluso algunas prefieren renunciar a algo que aman (como el chocolate o el alcohol) mientras siguen comiendo regularmente. Solo ten cuidado de que no uses tu ayuno como ayuda para perder peso.
Entonces, ¿qué haces en lugar de comer?
Usa la energía del ayuno. Eso puede sonar contradictorio: es la comida la que da energía a nuestro cuerpo, ¿así que cómo podemos obtener energía del ayuno? Sin embargo, una y otra vez, en diversas tradiciones religiosas, las personas informan que el ayuno les brinda claridad mental. Un experimento en la Universidad de Chicago mostró un aumento en la alerta mental y un mejor rendimiento académico cuando los participantes ayunaban. Así que aprovecha esa claridad y enfoque para abrirte a nuevas formas de estar con Dios.
Tu inviertes tiempo en preparar y consumir las comidas a las que ahora renuncias. Usa el don del tiempo que la disciplina te ha dado de manera espiritualmente constructiva. Podrías querer pasar ese tiempo en adoración eucarística o en otro tipo de oración, leyendo las Escrituras u organizando un grupo de discusión de Adviento.
También invertías dinero en la comida que ahora no consumes. Ese dinero podría destinarse este Adviento a las personas menos afortunadas que tú.
Donarlo a un banco de alimentos o comedor comunitario te ayudará a atender las necesidades de aquellos para quienes el ayuno no es opcional, para quienes la sensación de hambre es demasiado familiar.
No solo te estás absteniendo de la comida en preparación para la venida del Mesías; también estás recordando los siglos de anhelo mientras el pueblo de Dios esperaba su llegada. En algún momento de la temporada, estarás cantando el conmovedor “Oh ven, oh ven Emmanuel … y rescata al cautivo Israel, / que llora en exilio solitario aquí”. Estábamos verdaderamente vagando en un desierto árido antes de que las buenas nuevas de Cristo se nos revelaran.
¿Cómo sientes ese lamento? ¿Ese sentido de exilio?
El ayuno y el Adviento nos recuerdan ese viaje de la oscuridad a la luz, de deambular a encontrar nuestro hogar, de la ley al amor. El anhelo de nuestros cuerpos por comida refleja el anhelo de nuestras almas por la venida del Salvador. ¿Qué mejor manera de vivir esto en nuestras vidas durante este Adviento que a través del ayuno?