La crisis de salud mental traspasa todas las fronteras y edades

Por Effie Caldarola

Era difícil estar alegre en el día. La lluvia golpeaba las ventanas sin cesar aquella mañana. Me metí debajo de las sábanas y, buscando ser agradecida, me dije que era bueno que la lluvia nos diera la humedad necesaria.

Después de la lluvia vino una tristeza ininterrumpida, fuertes vientos, y la caída de la temperatura. Cuando el hornear rollos de canela no dió un respiro a mis amargos sentimientos, me consoló el hecho de que estaba experimentando lo que todos experimentamos ocasionalmente: un día triste. Un mal “humor” que pasaría.

Fue entonces que pensé en John Fetterman, quien en su primer término como senador de Pensilvania, se había internado en el Centro Médico Militar Nacional Walter Reed en Bethesda, Maryland, el 15 de enero para el tratamiento de una depresión clínica.

Fetterman, de 53 años, había sufrido un derrame cerebral grave justo después de ganar las primarias del Partido Demócrata en 2022. De acuerdo a la American Stroke Association, la depresión es un resultado común del derrame cerebral.

Todos deberíamos aplaudir a Fetterman por reconocer su enfermedad y por ser tan directo y sincero. La “transparencia” es algo que nos concierne a todos — a la Iglesia, al gobierno, a todas nuestras instituciones — y, sin embargo, es muy rara encontrarla. Fetterman fue sincero, no solo sobre esta depresión reciente, sino también sobre sus episodios anteriores de depresión.

Con frecuencia nos recuerdan sobre la crisis de salud mental en nuestro país, especialmente entre nuestros jóvenes. Es difícil de medir, pero la encuesta a padres de los Centros para el Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) sugiere que el 15% de los jóvenes entre 12 a 17 años ha experimentado un episodio depresivo importante en el tiempo anterior a la encuesta de 2018-19. El 36.7% de estos jóvenes tenían sentimientos persistentes de tristeza o desesperanza.

También las estadísticas de CDC muestran evidencia más concreta de la crisis: el suicidio fue la duodécima causa principal de muerte en 2020 y, leí con horror, la segunda causa principal de muerte para niños de 10 a 14 años.

Más allá de estos números hay personas reales y, con suerte, una actitud cambiante hacia los problemas de salud mental.

Han pasado 50 años desde que el individuo elegido por George McGovern como candidato vicepresidencial se vio sacudido por revelaciones de enfermedades mentales. Thomas Eagleton era un senador de Missouri que, solo después de aceptar la nominación, reveló que había sido hospitalizado por depresión años antes y había recibido tratamiento con descargas eléctroconvulsivas. Estas revelaciones terminaron por arruinar su candidatura. La enfermedad mental entonces era un tema no reconocido, y encubierto, como ser gay o tener una relación extramatrimonial.

Mi propio padre fue hospitalizado casi al mismo tiempo que Eagleton, y él también recibió un tratamiento de descargas electroconvulsivas. Yo era demasiado joven para entender el estigma del tratamiento de salud mental en ese entonces, y lo difícil que debió haber sido para papá, un agricultor del Medio Oeste, buscar ayuda.

Un grupo de jóvenes que luchan en este momento son aquellos que están afrontando su identidad de género. Los jóvenes homosexuales, lesbianas y transgénero a menudo son víctimas del aislamiento, la marginación, la depresión y el suicidio.

Ser adolescente es un desafío bajo cualquier circunstancia. Imagínese cuánto más difícil puede ser para un adolescente que experimenta problemas de género.

En su ensayo sobre la sinodalidad, el cardenal Robert McElroy habló sobre la “inclusividad radical” y citó el informe del sínodo italiano: “La iglesia-hogar no tiene puertas que se cierran, sino un perímetro que se ensancha continuamente”.

Como católicos, tenemos la oportunidad de seguir nuestra primera ley de amor, sin negar la enseñanza de la iglesia. Todos estamos llamados a amar incondicionalmente, a ser el padre del hijo pródigo recibiendo con los brazos abiertos, a abrir nuestras puertas a un perímetro más amplio.

Recuerda ese viejo dicho: “Sé amable. Cada persona con la que te cruzas está librando una dura batalla”.

Eso es cierto, ya sea que estemos teniendo un mal día o que estemos luchando en silencio contra la depresión u otra enfermedad mental. Nos necesitamos unos a otros, ya sea que seamos un senador de Estados Unidos en su primer término o un estudiante de primer año de secundaria de 13 años.

Effie Caldarola es esposa, madre, y abuela, quien ha recibido la maestría en el ministerio pastoral de la Universidad de Seattle.

Foto: Bigstockphoto.com

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Author: OSV News

OSV News is a national and international wire service reporting on Catholic issues and issues that affect Catholics.

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