Por David Agren | Catholic News Service
Tras el arresto de un obispo y otras 11 personas, la policía siguió hostigando a católicos nicaragüenses, incluso cuando el papa Francisco pidió un diálogo “abierto y sincero” en el país centroamericano.
Fotos publicadas en las redes sociales mostraban a policías y paramilitares rodeando la parroquia de San Miguel Arcángel en Masaya, Nicaragua, el 21 de agosto, el mismo día que el Santo Padre expresó “preocupación y pesar” por la situación en Nicaragua, donde la Iglesia Católica ha experimentado creciente persecución del régimen del presidente Daniel Ortega.
El obispo Rolando Álvarez de Matagalpa permanece bajo arresto domiciliario en Managua luego de ser detenido en un allanamiento el 19 de agosto en las oficinas diocesanas. Los otros 11 sacerdotes y laicos arrestados junto con el obispo continúan languideciendo en la conocida prisión política de El Chipote.
El cardenal Leopoldo Brenes de Managua visitó al obispo Álvarez el 19 de agosto y describió al obispo como “físicamente deteriorado, pero espiritualmente fuerte”, según la Conferencia Episcopal de Nicaragua. La declaración de los obispos fue moderada, un reflejo de los riesgos de hablar en Nicaragua, aunque los prelados fuera del país se expresaron más.
“Quiero decirles a los nicaragüenses que no perdamos la esperanza, confiemos en el Señor y oremos por el obispo Rolando Álvarez y los sacerdotes de Matagalpa y los demás presos junto con otros laicos, y por todos los presos políticos de estos países”, expresó el obispo auxiliar Silvio José Báez en su homilía del 21 de agosto, pronunciada en Miami, donde está exiliado.
Sus comentarios siguieron al llamado al diálogo del papa Francisco en Nicaragua, donde se prohibieron proyectos caritativos de la iglesia, se arrestó a sacerdotes y se les impidió celebrar Misa, y se expulsó a las Misioneras de la Caridad. El 21 de agosto, durante su discurso del Ángelus, el Sumo Pontífice no mencionó específicamente el arresto del obispo Álvarez, pero oró por la paz en el país a través de la intercesión de María.
“El Vaticano ha preferido mantener un trato silencioso con el gobierno para tratar de persuadirlo de reducir sus tácticas represivas y reanudar las conversaciones con la oposición, en lugar de la condena pública”, manifestó Tiziano Breda, analista de Centroamérica para International Crisis Group.
“Esto se deriva del entendimiento de que cuanto más fuerte y abierta sea la crítica contra Ortega (. . .) más irascible será la reacción de la pareja presidencial, y es probable que se cierre cualquier canal débil de comunicación que aún esté posiblemente abierto”, agregó. La esposa de Ortega, Rosario Murillo, es la vicepresidenta.
Un sacerdote en Nicaragua, que prefirió el anonimato por razones de seguridad, calificó los comentarios papales de “agridulces” y agregó: “Dicen que el papa no fue explícito, pero al menos rompió el silencio”.
El llamado al diálogo del papa fue recibido con escepticismo por muchos nicaragüenses en las redes sociales.
“Un diálogo ‘abierto y sincero’ para restaurar la convivencia pacífica en Nicaragua, como propone el papa Francisco, solo es posible sin un estado policial, sin presos políticos y con garantes internacionales que supervisen los acuerdos”, tuiteó el destacado periodista nicaragüense Carlos F. Chamorro, director editorial del medio informativo Confidencial.
Los obispos nicaragüenses mediaron en un diálogo nacional en 2018 después de que estallaron las protestas que exigían la destitución de Ortega. Sin embargo, las conversaciones fracasaron porque los obispos vieron poca buena voluntad por parte del gobierno.
En una entrevista de 2021 con Catholic News Service, el obispo Álvarez defendió los diálogos, que dijo que se realizaron porque “Nicaragua literalmente se desangraba y era necesario que todas las partes directamente involucradas se sentaran a hablar para hacer un esfuerzo por encontrar una solución”.
El obispo Álvarez habló de la experiencia de la iglesia desde 2018: “Hemos experimentado vívidamente lo que significa el espíritu del papa Francisco cuando nos llama a construir un hospital de campo en las iglesias, que desde entonces han estado aún más abiertas”.
Continuó: “Hemos vivido personalmente lo que significa ser una iglesia en éxodo, una iglesia que sale de sus parroquias, una iglesia en la periferia acompañando a los más vulnerables, a los más pobres, a los más sencillos, una iglesia . . . que no sólo ha vivido conceptualmente, sino experiencialmente”.
La Policía Nacional indicó que el obispo Álvarez estaba siendo investigado por “intentar organizar grupos violentos, incitarlos a ejecutar actos de odio contra la población, provocar un ambiente de caos y desorden, perturbar la paz y la armonía en la comunidad con el objetivo de desestabilizar el estado nicaragüense y atacando a las autoridades constitucionales”.
Este anuncio se produjo inmediatamente después de que el obispo Álvarez se opusiera firmemente a los reguladores que ordenaron el cierre de las estaciones de radio católicas en la Diócesis de Matagalpa; los feligreses habían tratado de impedir que la policía confiscara el equipo.
En todo el mundo, especialmente en las Américas, los líderes católicos emitieron declaraciones expresando su solidaridad con el pueblo y la iglesia en Nicaragua e instando a los católicos orar por la paz.
El obispo David J. Malloy de Rockford, Illinois, presidente del Comité de Justicia y Paz Internacional de los obispos de Estados Unidos, expresó “nuestra continua y firme solidaridad con nuestros hermanos en el episcopado nicaragüense — junto con sus sacerdotes y misioneros extranjeros — en su llamado a proclamar el Evangelio y vivir la fe. La fe del pueblo nicaragüense, que se solidariza con sus obispos y sacerdotes, es una inspiración para todos nosotros”.
El arzobispo José Domingo Ulloa de Panamá pidió la “libertad inmediata” del obispo Álvarez y agregó que “los hechos aberrantes que rodearon esta detención son motivo de alarma y dolor en toda la iglesia latinoamericana”.
Los obispos de Puerto Rico expresaron “creciente preocupación de que los poderes del estado se estén utilizando para cerrar estaciones de radio católicas (y) deportar a los religiosos que trabajan con los más vulnerables y abusados, mientras que esa misma autoridad no se utiliza para evitar ataques a la libertad religiosa y la destrucción de los lugares de culto, principalmente católicos”. Al señalar que la destrucción de edificios “es a menudo” seguida de ataques a personas, los obispos agregaron: “¡Dios no lo quiera!”
Los obispos cubanos agradecieron a los católicos de Nicaragua por su “testimonio de fidelidad a Cristo” manifestado en “la comunión que han mantenido en medio de las pruebas y la confianza serena en el Señor resucitado que están proclamando en estas horas de la cruz”.
Por su parte, los obispos de Chile exhortaron a los católicos de su país rezar por la paz en Nicaragua y agregaron: “Nos unimos al llamado por el cese de la violencia en ese país y la persecución que sufre la iglesia hermana nicaragüense”.
A raíz de una declaración sobre la crisis política de Perú, los obispos de ese país se pronunciaron en apoyo a la iglesia nicaragüense, diciendo: “La violencia nunca ha edificado, solo ha sembrado semillas de pobreza y odio. La violencia, especialmente cuando es injustificada, quebranta la armonía, el respeto, y la paz que nuestros pueblos necesitan para lograr el desarrollo integral y las relaciones sociales amistosas”.
La Academia Latinoamericana de Líderes Católicos, que incluye a líderes cívicos, políticos, y exjefes de Estado, llamó a respetar la libertad de expresión y la libertad religiosa.
“La libertad de culto y religión es uno de los primeros derechos cuyo reconocimiento, respeto, y garantía se ha logrado en la historia del derecho contemporáneo”, escribieron. “Este derecho es un pilar de las libertades, pues está relacionado con la libertad de pensamiento y de conciencia, y su protección se extiende a creyentes y no creyentes”.
En Italia, los obispos calificaron las detenciones de los obispos Álvarez y los demás como “un acto gravísimo que no nos deja indiferentes y que nos lleva a permanecer atentos a lo que sucede con nuestros hermanos y hermanas en la fe”.
“Las circunstancias y el contexto de tales arrestos son de particular aprensión, no solo porque tienen como objetivo a los cristianos a quienes se les impide el ejercicio legítimo de sus creencias, sino porque llegan en un momento en que los derechos humanos más básicos parecen estar bajo amenaza”.