Por Junno Arocho Esteves | Catholic News Service
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — Mientras que el sufrimiento provocado por la pandemia de coronavirus continúa en los titulares, también hay otra enfermedad grave que azota al mundo hoy y que merece atención, dijo el papa Francisco.
“¿Cuál es la enfermedad más grande en la vida? ¿El cáncer? ¿La tuberculosis? ¿La pandemia actual? No. La enfermedad más grande en la vida es la falta de amor, no poder amar”, dijo el papa el 27 de junio durante su discurso del Ángelus dominical.
El papa reflexionó sobre la lectura dominical del Evangelio de san Marcos en la que Jesús resucitó a una niña de entre los muertos y curó a una mujer que padecía hemorragias después de que ella tocó su manto.
Aunque ambos episodios de sanación tienen como objetivo “decirnos que ni el sufrimiento ni la muerte tienen la última palabra”, el papa dijo que quería enfocarse en la curación de la mujer con hemorragias que sufrió no solo físicamente pero también emocionalmente ya que fue marginada y considerada impura debido a su enfermedad.
Como resultado, dijo, la mujer “vivía sola con el corazón herido” y “intentó muchos tratamientos” para curarse de su sufrimiento en vano.
“Nosotros también, ¿con qué frecuencia nos lanzamos a las curas equivocadas para satisfacer nuestra falta de amor?” preguntó el papa.
“Pensamos que el éxito y el dinero nos hacen felices, pero el amor no se compra, es gratuito. Nos refugiamos en lo virtual, pero el amor es concreto. No nos aceptamos tal y como somos y nos escondemos detrás de los trucos del mundo exterior, pero el amor no es apariencia. Buscamos soluciones de magos y de gurús, sólo para encontrarnos sin dinero y sin paz, como aquella mujer”, dijo.
Sin embargo, el papa dijo que la curación de la mujer enfatiza la importancia del contacto directo con Jesús quien, a su vez, “espera que lo encontremos, para abrirle nuestro corazón” y mira más allá de “los horribles asuntos de nuestra historia” para curar.
“Jesús va más allá de los pecados. Jesús va más allá de los prejuicios. Jesús no se detiene en las apariencias, sino que llega al corazón”, dijo el papa Francisco. “Hermana, hermano, estás aquí, deja que Jesús mire y sane tu corazón. Yo también debo hacer esto: deja que Jesús mire mi corazón y lo sane. Y si ya has sentido su tierna mirada sobre ti, imítalo, y haz lo que él hace”.