Pregúntale al Padre Tom: El trabajo del ecumenismo es responsabilidad de todos

“Sé Rey de los que son engañados por opinions erróneas, o de los que la discordia mantiene apartada, y llámalos al puerto de la verdad y la unidad de la fe, para que haya un solo rebaño y un solo Pastor.”

Por Father Tom Knoblach

Estas palabras provienen de una oración escrita en 1899 por el Papa León XIII, confiando el siglo XX al Sagrado Corazón de Jesús. Aunque el lenguaje pueda parecer anticuado, la súplica permanece siempre vigente. Piense en los acontecimientos devastadores de esos cien años: error y discordia reflejados en dos guerras mundiales junto con docenas de otros conflictos armados; globalización y convulsiones económicas con brechas crecientes entre ricos y pobres; la aceptacion legal del aborto y el impacto generalizado de la anticoncepción; las siempre frágiles tensiones en torno a la raza y la dignidad humana, con genocidios inimaginables; la era de la información y el poder de la tecnología que puede server tanto para humanizar como para deshumanizar; choques de culturas y puntos de vista que parecen irreconciliables.

Mientras observamos nuevamente la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (Enero del 18 al 25), lo que el Papa León llamó opiniones erróneas y discordia todavía llenan los titulares y perturban nuestras comunidades y nuestros corazones.

La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se originó en ese siglo tumultuoso en 1908 como parte del imperative de unir a todos los que creen en Jesús: la tarea del ecumenismo. Este objetivo no proviene de un idealismo ingenuo y el aplanamiento de las diferencias para crear una fe suave que todos puedan abrazar sin necesidad de conversión personal. Más bien, es una respuesta a las palabras de Jesús en la última Cena: “… para que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que ellos están en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:21).

Sobre la base de lo que une a todos los cristianos: las sagradas Escrituras, el bautismo común, los dones del Espíritu Santo, los mandamientos y la enseñanza de Jesús, la cooperación en las obras de misericordia, el ecumenismo también toma en serio las diferencias entre las diversas comunidades cristianas. A través de la oración, el compromise mutuo con el diálogo, la investigación de la historia de las ideas y el respeto humano básico, nos esforzamos por ser aquello por lo que Jesús oró y se sacrificó en sus últimas horas: reunir en uno a los hijos de Dios que están dispersos. (Juan 11:52).

Otras dos celebraciones caen durante esta semana. Enero 23, es el tercer Domingo de la Palabra de Dios, instituido por el Papa Francisco en 2020. Como señala: “La Biblia es el libro del pueblo del Señor que, al escucharla, pasa de la dispersión y la división hacia la unidad. La palabra de Dios une a los creyentes y los hace un solo pueblo”.

El día anterior, marcamos el 48 aniversario de las decisiones de la Corte Suprema de Enero 22 de 1973 de Roe v. Wade y Doe v. Bolton, legalizando efectivamente el aborto durante los nueve meses de embarazo. Si bien las estadísticas varían, solo en los Estados Unidos, quizás 65 millones de voces humanas han sido silenciadas antes del nacimiento, la Palabra de vida de Dios rechazada con el apoyo cultural de opinions erróneas. Al no escuchar la voz del Buen Pastor anunciando la verdad y la compasión, nuestra humanidad común se divide en los que reciben la vida y los que la niegan.

La unidad cristiana puede parecer una abstracción perseguida por especialistas entre católicos, luteranos, bautistas, anglicanos, metodistas y otros. Pero este año en particular, quizás, veamos cómo la opinión y la discordia infectan a tantas comunidades, incluso si comparten credo y sacramento.

Nos agobian las divisions amargas, muchas veces violentas en torno a las vacunas, las máscaras, lo que se enseña en las escuelas, las alianzas políticas y las acusaciones mutuas de “opinions erróneas”. La sospecha, la agresión y las fanfarronadas fácilmente desplazan la cortesía. La Discordia nos mantiene apartados. Fractura el parentesco, fragmenta la vida en común y frustra la oración del Señor en la Última Cena. La unidad cristiana es responsabilidad de cada uno de nosotros, y no solo a través de líneas denominacionales. Traer discordia es fácil y cualquiera puede hacerlo con una palabra burlona o un gesto despectivo. Esforzarse por que todos sean uno en Cristo es el propósito permanente de la Iglesia en la que hemos sido bautizados. No es competencia exclusiva de los expertos; es la tarea diaria encomendada a cada uno de nosotros en nuestras propias relaciones con el amigo y el extraño, buscando “el puerto de la verdad y la unidad de la fe”.

Que, a través de la oración, el compromiso mutuo de diálogo, la investigación de la historia de las ideas y el respeto humano básico, todos luchemos por ser aquello por lo que Jesús oró y se sacrificó en sus últimas horas: reunir en uno a los hijos de Dios que están dispersos.

DE PADRE TOM KNOBLACH Padre Tom Knoblach es pastor de Sacred Heart en Sauk Rapids y Annunciation en Mayhew Lake. También se desempeña como consultor de ética de la salud para la Diócese.

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Getty Images/Cecilie_Arcurs

 

 

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Author: The Central Minnesota Catholic

The Central Minnesota Catholic is the magazine for the Diocese of St. Cloud.

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