El comienzo de un año nuevo es un momento en el que muchos de nosotros nos detenemos, a reflexionar de dónde venimos, que hemos hecho y hacia dónde esperamos ir y lograr. En la Iglesia, abrimos el año con la solemnidad de María, la Madre de Dios.
En la primera lectura del Evangelio del año (Lucas 2: 16-21), los pastores viajan apresuradamente para ver al recién nacido de María y José. Cuando lo ven con sus propios ojos, acostado en el pesebre, los pastores, comparten con sus padres todo lo que el ángel del Señor les dio a conocer acerca del salvador que Jesús sería. Luego parten y comparten esta buena noticia con otros.
El Evangelio de Lucas es especialmente rico en comprender cómo los marginados, las personas excluidas del cuidado y la preocupación de la sociedad, eran aquellos a quienes primero se les revelaría y demostraría la buena nueva de Jesús. El ángel Gabriel le dijo a María que su hijo redimiría al mundo incluyendo a aquellos que habían sido excluidos. Fueron los pastores, los que vivían fuera de la sociedad, quienes dieron el primer testimonio público de él.
En su primera aparición en el ministerio público en su propia tierra, en su propia casa, Jesús fue rechazado cuando él se anunció así mismo ser el enviado para cumplir las palabras de Isaías: llevar la buena noticia a los pobres, liberar a los cautivos y libertad a los oprimidos. Y así lo hace, dando la bienvenida a los recaudadores de impuestos, los pecadores, las mujeres, los pobres y los marginados para que hablen. Es una mirada profunda y poderosa al corazón de Dios.
¿Cómo nos habla esto, como Iglesia, al comenzar este nuevo año?
En este sínodo, todo el pueblo de Dios está llamado a dar un paso adelante, juntos en un peregrinar, que puede renovar la Iglesia y el mundo, un peregrinar de comunión, participación y misión.
En comunión, luchamos por la unidad y la plenitud en la relación con Dios y con los demás.
En participación, todo el pueblo de Dios está invitado a involucrarse en la obra de la Iglesia.
En misión, salimos a testificar, como ejemplos vivos, de las buenas nuevas de Jesucristo. Nuestra renovación solo puede suceder a través de nuestro viaje juntos, nuestro “sínodo” donde estamos verdaderamente abiertos a escuchar y discernir la voz del Espíritu Santo en los demás.
Desde el anuncio de este proceso del sínodo en Mayo de 2021, el Papa Francisco ha llamado constantemente nuestra atención más allá de los límites de nuestras propias experiencias en la Iglesia. ¿Cómo podemos estar abiertos a aquellos que han sido excluidos: los vulnerables, los marginados, ¿los descontentos y los heridos? ¿Cómo podemos proporcionar espacio dentro de nosotros para que el Espíritu Santo sea escuchado a través de sus voces? ¿Cómo incluirlos y caminar juntos en este peregrinar, y en este hacer un pueblo de Dios renovado?
No se nos pide que tengamos todas las respuestas a estas preguntas. Solo se nos pide que estemos dispuestos a dar el primer paso: escuchar. Y estar dispuestos a compartir lo escuchado con los demás.
Para comenzar, les invito a visitar la página del Sínodo 2021-2023 en el sitio web de la diócesis: https://stcdio.org/synod-2021-2023/
En la sección “Recursos”, pueden obtener más información sobre el sínodo, vean la información sobre los esfuerzos que ya están en marcha y los próximos eventos. Además, existen actividades de escucha autoguiadas en línea de las que puede participar de inmediato. A lo largo del sínodo, esta página se actualizará para incluir más oportunidades e información sobre lo que estamos aprendiendo en nuestra escucha diocesana.
En este nuevo año, les pido, que verdaderamente abramos nuestro corazón para escucharnos unos a otros. Que Dios nos bendiga con coraje y fuerza para apoyarnos unos a otros en cada paso de este viaje sinodal.
DAVID FREMO es director de la oficina de Ministerios de Educación Católica y coordinador del proceso de consulta del sínodo local en la Diócesis de St. Cloud.