Encontrando gratitud en lo que se nos da

Una mañana, mientras me preparaba rápidamente para una entrevista, escuchaba a medias la Radio Pública Nacional. Entré a la ducha, tomé el café, busqué el cepillo de dientes y, en medio de todo esto, capté fragmentos de las noticias del día.

Los participantes rezan durante la misa en la reunión del Encuentro del Día del Trabajo en el Seminario de la Inmaculada Concepción en Huntington, Nueva York, el 3 de septiembre de 2018. (OSV News photo/CNS file, Gregory A. Shemitz, Long Island Catholic)

Entonces, “StoryCorps” estaba transmitiendo. StoryCorps es una organización independiente sin fines de lucro, que tiene como objetivo permitir que las personas cuenten sus historias. Según su sitio web, desde 2003, han ayudado a “que casi 700.000 personas en todo el país tengan conversaciones significativas sobre sus vidas”. Estas historias se encuentran guardadas en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

Las personas que cuentan sus historias son gente común y corriente, si es que algún hijo de Dios en este peregrinaje terrenal se puede calificar como “común y corriente”.

Mis oídos se animaron cuando me di cuenta de que la familia que contaba su historia estaba atravesando la enfermedad terminal del esposo y padre de la familia, quien, según supimos al final, había fallecido poco después de la grabación.

Su esposa enfatizó que la gente le decía que ellos esperaban un milagro. Ella se resistía a esto, porque decía: “Toda mi vida ha sido un milagro”, refiriéndose a su relación con el hombre que amaba.

Esa línea captó mi atención y su comentario se infiltró en todo mi día. Vi en sus palabras la espiritualidad de la gratitud.

Porque la verdadera gratitud, es un pozo muy hondo, es profundamente espiritual.

A veces, en nuestra cultura contemporánea, la gratitud se presenta como otro esquema de autoayuda. Serás más feliz si te concentras en el agradecimiento. En la oración del Día de Acción de Gracias, enumeramos nuestros “agradecimientos”. Nos centramos en la familia, el éxito, las “cosas materiales”. Nuestra cultura consumista nos tienta a pasar por encima de la riqueza y la profundidad de la gratitud real y a sentirnos agradecidos por las cosas materiales y la realización de nuestras ambiciones.

Hace años pertenecía a una parroquia jesuita en un campus universitario. Nuestro querido y joven pastor, el padre jesuita Pat Malone, estaba bastante enfermo. Debido a los tratamientos que habían afectado negativamente su sistema inmunológico, llegó el día en que ya no pudo celebrar la Misa para nosotros. Nunca olvidaré un domingo por la mañana, caminando por la acera hacia la Misa, cuando vimos al padre Malone, de pie en la colina arriba de nosotros, solo fuera de la residencia jesuita, desde donde podía saludarnos por la mañana, manteniendo una distancia segura.

Una foto de archivo muestra a tropas estadounidenses rezando antes de comer una comida de Acción de Gracias en una base de la OTAN en Kabul, Afganistán. (OSV News photo/Omar Sobhani, Reuters)

No pasó mucho tiempo antes de que muriera, pero en mi memoria, él sigue allí, una figura solitaria que desea estar con su rebaño. Después de su muerte, se publicó una recopilación de sus escritos y homilías.

Hubo una línea que he llevado conmigo desde entonces: “La gratitud pide en última instancia solo una cosa, pero a un gran precio: enamorarse profundamente de lo que uno recibe”.

Veintiún palabras que he reflexionado. Una cosa es estar agradecido por el buen resultado de una prueba, el aumento de sueldo, el bebé sano. Otra es encontrar gratitud en las cosas difíciles, como estar solo en la enfermedad y poder apreciar el milagro que hay en ello.
Qué gran regalo y desafío es enamorarse profundamente de lo que se nos da. ¿Puedo enamorarme profundamente de la ausencia de un ser querido? ¿Puedo aceptar con gratitud la vejez, las derrotas, la soledad, el recuerdo de los pecados por los que he expresado dolor y contrición?

¿Y qué significa “a un gran precio”? ¿Cuál es la moneda de este reino de la gratitud?

San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, nos dijo que podemos encontrar a Dios en todas las cosas. Eso significa que Dios está ahí en la tristeza y la alegría, en la soledad y la unión. Vivir en eso es un milagro en sí mismo. Si Dios está ahí, estamos llamados a estar agradecidos por la presencia de Dios, sin importar lo alto que sea el precio.

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Effie Caldarola es esposa, madre y abuela que recibió su maestría en ministerio pastoral de la Universidad de Seattle.

Author: OSV News

OSV News is a national and international wire service reporting on Catholic issues and issues that affect Catholics.

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