Contaminación tóxica de fuentes de agua provoca peligros de largo plazo en comunidades americanas y en el ambiente

Por Kimberley Heatherington

(OSV News) — El autor de Proverbios en las Sagradas Escrituras nos aconseja: “Bebe agua de tu propia cisterna; agua de tu propio pozo”. Sin embargo, en los siglos anteriores al nacimiento de Jesucristo, cuando se escribieron estos versículos, se desconocía la contaminación del agua por sustancias químicas y por contaminantes artificiales. Hoy en día en Estados Unidos, este es un fenómeno persistente.

Para comprender cómo los católicos están respondiendo a la contaminación del agua en sus comunidades, OSV News habló con los defensores y las agencias en Filadelfia, St. Louis, y Flint, Michigan — ciudades que han tenido o continúan experimentando problemas de agua limpia.

El 14 de marzo, la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) propuso límites obligatorios aplicables a los “químicos permanentes” conocidos como PFAS (sustancias per- y polifluoroalquilo). Los PFAS están vinculados con el cáncer, la supresión de las respuestas inmunes, y otros problemas de salud. La nueva regla de la EPA requiere que el monitoreo del sistema público de agua limite estrictamente seis productos químicos PFAS, en lugar de la restricción de dos productos que estaban en la norma.

Esta acción de la EPA muestra una mayor preocupación por la calidad y la seguridad del agua potable.

Una foto de archivo muestra el río Flint en Michigan fluyendo a través del centro de Flint. Defensores del medio ambiente y organismos de Filadelfia, San Luis y Flint, hablaron con OSV News sobre los problemas del agua que afectan negativamente a sus comunidades y a los niños mucho después de la contaminación inicial. (Foto OSV News/Rebecca Cook, Reuters)

Un artículo de la revista TIME del 16 de febrero informó a sus lectores que “el Boletín de Calificaciones para la Infraestructura de Estados Unidos de 2021, publicado por la Sociedad Americana de Ingeniería Civil, otorgó una pésima calificación de D+ a las más de 16,000 plantas de tratamiento de aguas residuales del país . . . La infraestructura de agua potable de Estados Unidos obtuvo una calificación solo marginalmente mejor de una C-“.

John Humphreys, bioquímico y cofundador de EcoPhilly de Filadelfia, una organización voluntaria independiente asociada con la arquidiócesis, señaló que el derrame de solución de látex en el río Delaware el 24 de marzo se diluyó lo suficiente como para no exceder los niveles legales de contaminantes. El río fluye por el paseo marítimo de Center City de Filadelfia, un área popular entre los turistas.

No obstante, él expresó, “este derrame es uno de muchos que ocurren en todo el país y en el mundo, a menudo sin ningún proceso de limpieza”.

“Nosotros, como sociedad, somos altamente dependientes de literalmente millones de productos químicos diferentes. La mayoría son benignos, pero la presencia de tantos productos químicos artificiales en varios niveles de nuestro medio ambiente es un experimento descontrolado”, manifestó Humphreys.

Inspirado en “Laudato Si”, la encíclica de 2015 emitida por el Papa Francisco, EcoPhilly tiene como objetivo desarrollar y fomentar la formación de “equipos de cuidado de la creación” en cada parroquia, iglesia, y escuela católica de la Arquidiócesis de Filadelfia.

Humphreys acotó: “Se producirán derrames, eso es inevitable. Debemos esforzarnos por minimizar el uso de productos químicos con efectos a largo plazo, por nuestra propia seguridad y la del planeta”.

Si la Filadelfia contemporánea es un modelo de eco cooperación católica, hace décadas St. Louis era más problemática.

La hermana de Loreto, Mary Ann McGivern, ha estudiado la producción de armas y los problemas de paz en Estados Unidos durante décadas. Mientras trabajaba en St. Louis, le dijo a OSV News que se sorprendió al descubrir, hablando con un extraño en un avión, la conexión histórica de su ciudad adoptiva con el poder destructivo de la era atómica de Estados Unidos y el envenenamiento del agua y la tierra.

En 1977, mientras la hermana McGivern viajaba a través del país, su compañero de asiento le comentó que iba a una conferencia sobre la contaminación por uranio y la contaminación de las aguas subterráneas. Fue entonces que la Hermana McGivern mencionó una corporación de St. Louis que fabricaba armas nucleares.

“Él replicó: ‘Bueno, entonces supongo que también has estado trabajando en un sitio de contaminación nuclear'”, recordó la Hermana McGivern. “Y dije: ‘¿Qué sitio de contaminación nuclear?'”

Ese sitio era donde se habían desechado los subproductos del primer procesamiento exitoso de uranio en Estados Unidos — por parte de Mallinckrodt Chemical — utilizados en las dos bombas atómicas lanzadas sobre Japón para poner fin a la Segunda Guerra Mundial en 1945. De hecho, había varios sitios de desechos de la industria nuclear en St. Louis — y hasta marzo de 2023, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos planeó realizar pruebas en un parque cerca de Coldwater Creek, todavía contaminado, en el norte del condado de St. Louis, donde la descontaminación no terminará hasta 2038. El vertedero cercano de West Lake, donde la limpieza no ha comenzado, contiene desechos radiactivos que han amenazado con incendios durante una década.

Cuando se le preguntó a la Hermana McGivern sobre la reacción de los fieles, ella contestó a OSV News: “No hubo un levantamiento católico. St. Louis es una ciudad muy católica, pero eso significa que muchas personas que trabajaban en McDonnell Douglas eran católicas, y en ese momento, McDonnell Douglas era el mayor empleador de la región”. En la década de 1970, McDonnell Douglas construyó sistemas de entrega de misiles nucleares.

Simplemente, nadie desafió a la industria de las armas, explicó la hermana McGivern. Sin embargo, fueron los niños quienes pagaron el precio.

Al notar un patrón preocupante de enfermedades entre sus feligreses, el padre Gerry Kleba, quien hacía poco había sido asignado como párroco de la Iglesia Inmaculada Concepción en el suburbio Dardenne de St. Louis, le dijo a su Comité de Asuntos Sociales en 2000: “Esta parroquia tiene más niños enfermos y moribundos de los que he experimentado en mis 35 años como sacerdote”. Rápidamente, el padre Kleba fue informado sobre el pasado y el presente nuclear del área.

Pero la cruzada iniciada por el padre Kleba en busca de respuestas no fue recibida de la mejor manera. “Gerry Kleba realmente recibió un golpe por su insistencia de que debería haber una investigación en su parroquia de Weldon Springs, donde había niños muriendo de cáncer”, compartió la hermana McGivern. “La gente simplemente no quería hacer eso”.

El año 2019, la Agencia Federal para el Registro de Sustancias Tóxicas y Enfermedades concluyó que la contaminación de Coldwater Creek presentó riesgos de cáncer potencialmente más altos. Un proyecto de ley presentado ante la Legislatura de Missouri en marzo tiene la intención de compensar a los residentes de St. Louis expuestos a los desechos nucleares.

Es un progreso, pero solo un mes antes, la contaminación química cerró el sexto de los siete pozos de agua potable en St. Charles, un suburbio de St. Louis.

Las estadísticas de la EPA reflejan impactos ambientales desiguales para las comunidades con minorías raciales o étnicas y alta pobreza, las que tienen menos probabilidades de tener agua potable segura o de recibir fondos federales para hacerlo. Esta realidad desproporcionada fue profundamente sentida por los ciudadanos de Flint, una ciudad mayoritariamente afroamericana situada al noroeste de Detroit.

En medio de los recortes presupuestarios del año 2014, los funcionarios del gobierno cambiaron el acceso al agua de Flint del limpio lago Huron al contaminado río Flint. Los residentes protestaron, citando agua de apariencia, olor, y sabor extraños, erupciones en la piel, pérdida de cabello, y otras quejas. Los funcionarios dijeron resueltamente que todo estaba bien, mientras que en el agua corrosiva del río se filtraba plomo de las tuberías. El agua estaba contaminada y un brote mortal de la enfermedad del legionario mató a 12 y enfermó a 87.

“Había una falta de confianza en la comunidad por una buena razón — ya que a la gente se le decía que el agua era segura, y el agua no era segura”, manifestó Katie Baxter, directora ejecutiva de Caridades Católicas de los condados de Shiawassee y Genesee en la Diócesis de Lansing, a OSV News.

La posición de Caridades Católicas en la ciudad fue una ventaja en medio del desastre. “Hemos sido una voz confiable en la comunidad durante décadas. Entonces, cuando ocurrió la crisis del agua en Flint, sabíamos que teníamos que redoblar nuestros esfuerzos”, compartió Baxter.

La ayuda vino de cerca y de lejos. “Tuvimos muchas ocasiones en las que los camiones llegaban a Caridades Católicas con enormes donaciones de agua”, dijo Baxter. “Así que tuvimos que encontrar lugares para almacenarla y distribuirla lo más rápido posible”.

En 2021, se llegó a un acuerdo con las víctimas por 626 millones de dólares, pero no sin que antes se causara un gran daño tanto a la salud como a la confianza de la comunidad, y al igual que en St. Louis, los niños están pagando el precio de la contaminación tóxica.

“Flint aún no se ha recuperado por completo de la crisis del agua. No sabemos cuántos años nos afectará”, explicó Baxter.

“Una de las cosas que conocemos sobre los efectos a largo plazo del plomo es que los niños se han visto afectados negativamente en su conocimiento cognitivo como resultado de eso. Y eso no es algo que va a desaparecer”, señaló Baxter. “A veces, estos impactos, estas circunstancias ambientales, tienen implicaciones reales a largo plazo. Puede ser muy devastador para las comunidades”.

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Author: OSV News

OSV News is a national and international wire service reporting on Catholic issues and issues that affect Catholics.

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